Frankenstein en el cine: de Mary Shelley a la nueva versión de Guillermo del Toro

Foto del autor

Sergio

La Mostra de Venecia siempre ha sido un escaparate de películas que marcan tendencia, pero este año hay una presentación que ha despertado una expectación especial: el Frankenstein de Guillermo del Toro. No es casualidad. Cada vez que alguien se atreve a reinterpretar al monstruo creado por Mary Shelley, el interés se dispara, porque hablamos de uno de los personajes más icónicos y universales de la cultura popular.

Frankenstein no es simplemente un monstruo del cine clásico ni un disfraz recurrente en Halloween. Es un mito que ha evolucionado con el tiempo, adaptándose a las preocupaciones de cada época. Desde los primeros experimentos del cine mudo hasta las grandes superproducciones de Hollywood, la criatura ha pasado de ser una figura aterradora a convertirse en un reflejo de los miedos, la soledad y el rechazo que todos podemos llegar a sentir.

El anuncio de esta nueva versión protagonizada por Guillermo del Toro nos invita a mirar atrás y recorrer las múltiples caras de Frankenstein en la gran pantalla. ¿Cómo pasó de ser un experimento literario en una noche tormentosa del siglo XIX a convertirse en un símbolo eterno del cine de terror y de la cultura pop? En este artículo vamos a repasar el origen de la historia, sus adaptaciones más memorables y lo que podemos esperar de esta nueva encarnación del monstruo.

El origen literario: Mary Shelley y su monstruo inmortal

Para entender cualquier adaptación del mito, hay que volver al principio. En 1818, una joven de apenas 20 años llamada Mary Shelley publicó Frankenstein o el moderno Prometeo, una novela que cambiaría para siempre la literatura gótica y de ciencia ficción. Lo que empezó como un reto entre amigos en una villa suiza durante un verano tormentoso terminó dando vida a una de las criaturas más famosas de todos los tiempos.

Lo interesante es que, desde el inicio, la obra no era solo una historia de terror. Mary Shelley reflexionaba sobre el papel del ser humano como creador, sobre los límites de la ciencia y sobre las consecuencias de jugar a ser Dios. La criatura no era simplemente un monstruo, sino un ser lleno de dudas, dolor y necesidad de afecto. De hecho, uno de los malentendidos más repetidos a lo largo de los años es confundir al doctor Victor Frankenstein con su creación. El doctor es el científico obsesionado por vencer a la muerte; la criatura, sin nombre, es el resultado de ese experimento.

Este matiz es importante porque muchas adaptaciones cinematográficas han simplificado la historia, reduciendo al monstruo a un ser torpe o violento, cuando en realidad Mary Shelley lo retrataba como alguien profundamente trágico, con capacidad de hablar, leer y sentir. En ese contraste entre el rechazo social y el deseo de ser aceptado está la verdadera fuerza del relato.

En otras palabras, lo que Shelley escribió hace más de dos siglos sigue vigente hoy: la criatura representa al diferente, al excluido, al que busca un lugar en el mundo. Y ahí es donde empieza la magia de un mito que, con el tiempo, se adaptaría a todos los lenguajes posibles: teatro, cómic, televisión… y, por supuesto, el cine.

frankenstein en el cine

Los primeros Frankenstein del cine

El salto de la novela de Mary Shelley al cine era inevitable. A principios del siglo XX, cuando el séptimo arte todavía estaba dando sus primeros pasos, ya había directores que querían llevar a la pantalla esa historia de creación y monstruosidad. En 1910, los Edison Studios produjeron una versión muda de apenas 16 minutos. Aunque hoy resulta más una curiosidad histórica que una película de terror, sentó un precedente: Frankenstein ya tenía un lugar reservado en el imaginario del cine.

Sin embargo, no fue hasta los años 30 cuando el monstruo alcanzó su forma más reconocible. Boris Karloff, bajo el maquillaje de Jack Pierce, dio vida a una criatura inolvidable en Frankenstein (1931), dirigida por James Whale para Universal Pictures. La imagen que todos tenemos en mente —la frente cuadrada, los electrodos en el cuello, los movimientos torpes y esa mezcla de inocencia y amenaza— nació en esa película. Curiosamente, nada de eso estaba en la novela de Shelley: fue el cine quien fijó el aspecto clásico que todavía hoy asociamos a Frankenstein.

La interpretación de Karloff marcó un antes y un después. El monstruo ya no era solo un experimento fallido, sino un ser que generaba compasión y miedo a la vez. Ese contraste lo convirtió en un icono del cine de terror, al nivel de Drácula o el Hombre Lobo, y garantizó que Universal construyera toda una saga alrededor de él, con secuelas, cruces con otros monstruos e incluso versiones cómicas.

Esa etapa inicial es fundamental porque fue la que consolidó a Frankenstein como un símbolo del cine clásico. Sin ella, difícilmente hoy estaríamos hablando de nuevas versiones ni de su eterna vigencia. Y es que el cine de los años 30 no solo creó un monstruo: creó un mito.

Reinventando el mito en cada década

Tras el éxito de Boris Karloff en los años 30, el mito de Frankenstein no dejó de transformarse con el paso del tiempo. Cada década le dio un matiz diferente, adaptando la historia a los miedos y gustos del público de la época. Durante los años 40 y 50, la criatura se mezcló con el cine de terror de serie B y llegó a compartir cartel con otros monstruos de Universal en producciones que, aunque menos ambiciosas, mantenían vivo el interés del público.

En los 60 y 70, fue el turno de los estudios Hammer en Reino Unido, que ofrecieron un Frankenstein más oscuro y sangriento. Christopher Lee y Peter Cushing, habituales del género, aportaron un aire gótico renovado, con escenarios sombríos y un tono más adulto. Aquí el monstruo volvía a ser temible, aunque en muchas ocasiones lo que más inquietaba era la obsesión del doctor por desafiar a la muerte, un reflejo de los avances científicos y los temores de la Guerra Fría.

En los 90 llegó una de las adaptaciones más ambiciosas: Mary Shelley’s Frankenstein (1994), dirigida y protagonizada por Kenneth Branagh, con Robert De Niro en el papel de la criatura. Esta versión intentó acercarse más al espíritu de la novela original, mostrando un monstruo articulado, con emociones y un profundo dolor existencial. Aunque la crítica fue dividida, la película tuvo el mérito de recordar que la criatura de Shelley no era solo un ser torpe, sino alguien capaz de hablar, sentir y cuestionar a su creador.

En todas estas versiones, el monstruo se fue reinventando según las necesidades de cada época: a veces símbolo del miedo a lo desconocido, otras metáfora de la ciencia descontrolada o incluso víctima incomprendida. Esa flexibilidad es, precisamente, lo que mantiene vivo a Frankenstein en el cine, porque siempre encuentra una nueva forma de conectar con el espectador.

frankenstein en la cultura popular

Frankenstein en la cultura popular

Con el paso de los años, Frankenstein dejó de ser solo un personaje de películas de terror para convertirse en un auténtico icono de la cultura popular. No hablamos únicamente de adaptaciones serias, sino de cómo la criatura se infiltró en prácticamente todos los rincones del entretenimiento. Series de televisión, dibujos animados, cómics y hasta canciones han jugado con su figura, reforzando la idea de que es mucho más que un monstruo de laboratorio.

En televisión, por ejemplo, encontramos a Los Munsters, aquella familia gótica y cómica de los años 60 en la que Herman Munster no era más que una versión caricaturesca de Frankenstein. Décadas después, en películas animadas como Hotel Transylvania, la criatura aparece como un personaje simpático y entrañable, adaptado a un público infantil que ya no lo ve como un ser aterrador, sino como parte del repertorio clásico de monstruos para toda la familia.

El cine también se ha permitido reírse de él con genialidades como El jovencito Frankenstein de Mel Brooks, una parodia que, a fuerza de humor, terminó consolidando aún más la figura del monstruo en el imaginario colectivo. Y en el terreno de los cómics o los videojuegos, su presencia es casi obligatoria: desde versiones heroicas y exageradas hasta reinterpretaciones futuristas que lo mezclan con ciencia ficción o mundos posapocalípticos.

Todo esto demuestra que la criatura trasciende las barreras del género. Ya no importa si lo vemos en una película de terror gótica, en un sketch humorístico o en una caricatura: Frankenstein siempre conserva algo de su esencia original, esa mezcla de fuerza y vulnerabilidad que lo convierte en un personaje eterno.

Las mejores películas de Frankenstein

A lo largo de la historia del cine, hay versiones que han marcado un antes y un después en la forma de entender al monstruo. No todas las adaptaciones tienen el mismo peso, pero algunas se han convertido en referentes obligados para cualquiera que quiera acercarse al mito.

Frankenstein (1931) – James Whale

La más icónica de todas. Con Boris Karloff en la piel del monstruo, esta película de Universal Pictures definió para siempre la estética clásica de Frankenstein: la frente cuadrada, los tornillos en el cuello y esa mezcla de fuerza bruta y vulnerabilidad. Más que una simple historia de terror, se convirtió en un símbolo cultural que todavía hoy sigue inspirando a cineastas y artistas.

La novia de Frankenstein (1935) – James Whale

Considerada incluso superior a la primera, esta secuela llevó el mito a nuevas cotas de expresividad. La criatura de Karloff muestra aquí un lado más humano, capaz de buscar compañía y afecto. La escena final, con la aparición de la novia, es una de las más recordadas de la historia del cine de terror clásico.

El joven Frankenstein (1974) – Mel Brooks

La parodia que acabó convirtiéndose en clásico por derecho propio. Con un humor inteligente y un cariño evidente por el material original, esta película de Mel Brooks se ríe de todos los tópicos de la saga mientras los homenajea. Gene Wilder y Peter Boyle logran que nos riamos a carcajadas sin que el monstruo pierda su esencia trágica.

Mary Shelley’s Frankenstein (1994) – Kenneth Branagh

Una de las adaptaciones más ambiciosas, protagonizada por el propio Kenneth Branagh como Victor Frankenstein y Robert De Niro como la criatura. Aunque dividió a la crítica, su intención de acercarse a la novela original le da un valor especial. Aquí vemos a un monstruo que no solo aterra, sino que habla, siente y reclama un lugar en el mundo.

Frankenstein (2014) – Stuart Beattie

En el extremo opuesto, esta versión moderna convierte al monstruo en un guerrero inmortal que se enfrenta a demonios y gárgolas. Aunque no tuvo gran éxito de crítica, muestra hasta qué punto el mito puede adaptarse a los códigos del cine de acción contemporáneo. Puede que no sea la mejor película, pero sí es un ejemplo de la flexibilidad del personaje.

el origen de frankenstein

El Frankenstein de Guillermo del Toro: ¿qué podemos esperar?

La noticia de que Guillermo del Toro encarnará al monstruo en una nueva adaptación presentada en Venecia ha generado un interés enorme. No es para menos: cada vez que un actor de peso se mete en la piel de la criatura, el debate se abre. ¿Será un Frankenstein aterrador, humano, trágico… o todo a la vez?

Del Toro tiene un historial de papeles intensos, personajes que transmiten fuerza pero también vulnerabilidad. Eso es justo lo que necesita esta interpretación. Después de tantas décadas en las que la criatura ha pasado de ser un icono del terror a un símbolo de soledad y búsqueda de identidad, lo que esperamos ahora es una versión más compleja y emocional, capaz de acercarse de nuevo al espíritu de la novela de Mary Shelley sin olvidar la fuerza visual que el cine moderno puede aportar.

La gran incógnita está en el tono que tendrá esta película. ¿Seguirá el camino de adaptaciones fieles, como la de Kenneth Branagh en los 90, o buscará una visión completamente nueva, adaptada al público actual? Lo cierto es que la historia tiene la capacidad de renovarse en cada generación, y el Frankenstein de Guillermo del Toro parece dispuesto a recordarnos que el monstruo no ha perdido vigencia.

Más allá de la estética, lo que marcará la diferencia será la capacidad de la película para transmitir la dualidad que siempre ha acompañado a la criatura: el miedo que provoca en los demás frente a la humanidad que esconde en su interior. Si logra ese equilibrio, estaremos ante una de las adaptaciones más potentes de los últimos tiempos.

¿Por qué sigue vivo Frankenstein?

Han pasado más de doscientos años desde que Mary Shelley escribió aquella historia en una noche tormentosa, y aún hoy seguimos hablando de Frankenstein como si se tratara de un mito reciente. La razón es sencilla: su fuerza simbólica nunca ha dejado de tener sentido. La criatura representa la soledad del que es rechazado, el miedo a lo desconocido y también la responsabilidad de quienes, en nombre del progreso, se atreven a cruzar límites que no deberían.

Cada adaptación ha añadido nuevas capas al personaje, pero en el fondo la esencia se mantiene intacta. Frankenstein no es solo un monstruo: es un espejo en el que se reflejan nuestras propias inseguridades y contradicciones. Tal vez por eso se ha convertido en un icono cultural que lo mismo inspira terror que ternura, capaz de habitar tanto en un clásico de los años 30 como en una comedia moderna o en una gran superproducción de Hollywood.

El estreno en Venecia demuestra que no hemos dejado de necesitar a Frankenstein. Y ahora, con el Frankenstein de Guillermo del Toro, se abre una nueva etapa para esta criatura inmortal. Una vez más, el cine nos invita a mirar de frente a ese ser que nació del miedo y de la ambición, pero que terminó representando la eterna búsqueda de aceptación y humanidad.

Deja un comentario

Vas a dejar algunos datos para poder comentar, así que según la ley RPGD te doy los detalles del guardado de tus datos:

  • Responsable: Sergio Bravo
  • Finalidad: para que puedas aportar tu comentario (gracias)
  • Legitimación: tu consentimiento
  • Destinatarios: tus datos son almacenados en los servidores de Webempresa, cumplidores de la ley RPGD y con servidores en España
  • Derechos: puedes acceder, modificar, limitar o eliminar tus datos cuando quieras

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.